domingo, 3 de abril de 2016

MARTIN RON: De las CALLES a la GALERIA

 

 



Nota de María Paula Zacharías para el diario La Nación del 31 de marzo de 2016

 

Un artista salvaje que trepó desde las paredes de la calle hasta las galerías

Abre hoy en la Galería Quadro Contemporáneo, de San Isidro: Menagerie, muestra indoor del muralista Martín Ron, que dejó su marca en cientos de paredes de la Argentina, Alemania, España y Estados Unidos


Los artistas callejeros ya no son una especie furtiva que pinta de noche paredes robadas. Los más talentosos -o afortunados- son celebridades de las redes sociales que esparcen colores en las principales capitales del mundo. Martín Ron, muralista en auge, pinta de día, nunca a escondidas, y además se fabrica sus propias paredes portables para exhibir -y vender- su obra en una galería.





 
 
Primero Ron pintó su aldea, literal. Caseros ostenta más de 200 murales con su firma, y no hay vecino que no lo conozca. "Es como un gran living", cuenta. Todo empezó cuando pintó su cuarto de adolescente. Más tarde, los de sus amigos. La siguiente invitación llegó de su colegio, y pocos años después ya tenía título de funcionario público: director artístico del Programa Embellecimiento Urbano en el Partido de Tres de Febrero por cinco años. Es decir, muralista oficial.

Otras piezas las pintó y no las volvió a ver: están en medianeras de Alemania, Bélgica, Estonia, España... Ahora ultima detalles de su segunda muestra puertas adentro, que inaugura hoy en la galería Quadro (la primera fue en Londres, donde dejó tres murales). Presenta pinturas de gran formato o murales pequeños, porque tienen por soporte placas cubiertas de cemento. La muestra se llama Menagerie, como las exhibiciones de animales exóticos de los aristócratas del siglo XVIII. "Las piezas del street art son también algo salvajes y no las podés llevar a tu casa", dice. Pinta parado, inquieto, con diferentes materiales de artística con ferretería. "Trabajo por capas con veladuras. Primero le paso fijador al cemento, como en cualquier pared. Hago una base con esmalte y látex y me pongo más fino con óleos y acrílicos", explica.


En su estilo personal hay surrealismo a base de hiperrealismo. Sus obras son trompe-l'oeil, con efecto 3D. Ballenas, rinocerontes, tiburones, seres fantásticos o extraños artefactos comparten escenas con personajes impávidos, en las situaciones más normales: una selfie, un café, un encuentro, un paseo en bicicleta. "En la calle, las imágenes deben ser fuertes para competir con la contaminación visual. A la pintura hay que tomársela en serio, porque es una compañera de vida. No es una moda", define. Desde muy chico estudia pintura de caballete y sus padres guardan unos bodegones académicos con bastante orgullo, para horror de Ron.


 




En la ciudad está su mural más impactante: Pedro Luján y su perro, una tortuga marina monumental que emerge de una pared en Barracas (Pedro Luján esq. Sta. María del Buen Ayre). También es un emblema el retrato de Carlos Tevez en su potrero natal, en el Barrio Ejército de los Andes, y el de Lionel Messi en la Isla Maciel. El fútbol y sus astros son buenos aliados para la fama mundial de sus retratistas. Pero los muralistas modernos más que a la gloria aspiran a ser virales: si lo logran, el trabajo que antes sólo conocían paseantes ocasionales se ve en un instante en toda la aldea global. "A través de Internet pudimos unirnos entre colegas y empezaron los viajes, los festivales y los tours de arte urbano", cuenta.






Un ejemplo. "Se hicieron eco del mural de Barracas en blogs y redes sociales y me fue abriendo caminos." Su tortuga llegó pronto a Malasia, y hasta allí fue con sus pinturas, invitado a darle vida en una pared de un santuario de las venerables nadadoras. Otro aliado de esta disciplina es una nueva forma de urbanismo que transforma barrios olvidados en destinos cool a golpes de pincel. Eso está pasando en el barrio Bushwick de Brooklyn, y más acá en el Distrito de las Artes, donde Ron comienza en abril una megaobra que unirá las caras de seis edificios frente a Casa Amarilla.




"Los murales viven entre cinco y 20 años, dependiendo de la calidad de la pintura y de las horas de sol que reciben. Lo más importante es la cantidad de gente que los ve a diario", analiza. Le demandan entre tres y diez jornadas. Si es más, se aburre.
Desde hace siete años Ron dicta cursos de muralismo. Hacia fines de abril dará dos seminarios sin cargo en la galería adonde expone, que terminarán con un mural colectivo. "Lo más lindo de pintar en la calle es la interacción con el público. Lo más tétrico: cuando los chicos, que son los que más se interesan, se quieren quedar mirando y las mamás, apuradas, los tironean del brazo. De diez madres se queda una. Pero los chicos siempre se quieren quedar."

Para completar el informe agregamos notas del diario CLARIN y de la REVISTA DINAMO ,entrevista de STREET ART, imágenes de CASEROS CITY  e INSTAGRAM   y un video de YOU TUBE .











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