lunes, 8 de agosto de 2016

LINIERS en el CENTRO CULTURAL BORGES








En el Centro Cultural Borges se desarrolla hasta  el 20 de septiembre, la muestra Todo es Macanudo, de Liniers.

Reproducimos la nota efectuada por Victor Hugo Ghitta para La Nación del 7 de agosto de 2016

 

La fiesta macanuda: Liniers, anfitrión de una muestra que es puro juego e ilusión

 

Entre Olgas y Enriquetas, libros y tapas de revistas, se abre un recorrido por la obra del historietista que se muda a los Estados Unidos para ingresar al Center for Cartoon Studies

La niña ríe con los dientes, ríe con los ojos. De pronto, después de atravesar la sala en una corrida, se detiene a dos pasos de distancia congelada por el pudor. Lleva en una mano un dibujo que acaba de hacer ella misma y en la otra, un lápiz.

"Me parece que vos querés que yo haga algo con ese dibujo." Liniers extiende una mano a modo de invitación. Ella no deja de sonreír: no lo sabe, pero dentro de muchos años acaso recuerde este momento con agradecimiento y nostalgia: el día en que el dibujante al que tanto admira le regaló un autógrafo. Quizá sea sólo un deslumbramiento fugaz, quizá su vida esté cambiando para siempre.







A él le ocurrió algo así hace muchos años, recuerda ahora. Se acercaba con timidez a sus maestros (Quino, Caloi, Fontanarrosa) y les entregaba un libro de historietas para que ellos dejasen allí estampada su rúbrica. La escena se repite una y otra vez, y son los chicos quienes le piden con insistencia un autógrafo sin saber que Liniers es tan tímido como ellos, apenas lo rescata de ese recato el oficio. Los chicos son quienes más disfrutan de esta fiesta, porque eso es la muestra montada en una de las salas del Centro Cultural Borges: la celebración de la alegría que animan con ternura los Macanudo, las Enriqueta, los Oliverio, los Bonjour, las Olga y los Fellini multiplicados en un juego infinito de espejos. Después está el humor, claro. Dan ganas de quedarse mil horas leyendo las tiras o jugando con los bonetes en la bonetería, o dibujando en las pizarras o pintando con tinturas fluorescentes en una cámara de luz negra. Todo es juego, descubrimiento, ilusión.






Hay un pared breve donde Enriqueta lee en distintos cuadros. Los autores indican cuál ha sido la educación sentimental de Liniers en su infancia: Enriqueta lee a Verne, Poe, Dahl, Carroll, Barrie, Alcott, Saint-Exupéry y los hermanos Grimm; sólo un libro argentino: Dailan Kifki, de María Elena Walsh.








"El primer recuerdo que tengo de mí feliz, con un libro en la mano, es con Mafalda",dice ahora. Después llegaron Mark Twain (Las aventuras de Huckleberry Finn) y Herman Melville (Moby Dick), y luego Cortázar y Stephen King, y muy pronto las tiras de Bill Waterson (Calvin & Hobbes), Georges Remi (Tintín), René Goscinny y Albert Uderzo (Asterix), y cuando Liniers estaba por convertirse en Liniers, Art Spiegelman con Maus, la historieta sobre el Holocausto que cambió el curso de las cosas concediéndole al género su mayoría de edad.






Cuando los chicos lo liberan, aunque pronto llegarán otros y así durante más de una hora, en un juego divertido que lo consagra casi -qué paradoja- como una pudorosa estrella de rock, el artista recorre la exhibición, que es de algún modo un recorrido por su vida. Se detiene en dos o tres piezas que le divierten o le resultan especialmente significativas. En una están reunidos sus personajes, y él aparece pintando mientras lo observa con indisimulada admiración Picasso. Se ríe con ese capricho creativo y se burla de su vanidad. En una pared cuelgan las reproducciones de las tapas que ha realizado para The New Yorker, la publicación norteamericana que consagra a los mejores. En una vitrina está la edición de Emma, de Jane Austen, que Penguin Random House editó con una tapa blanca. La portada está intervenida con un dibujo hermosísimo.
"Lo hice el día en que nació mi hija Emma", dice el padre de las dos criaturas, que cree que en conjunto su obra tiene más de una capa de sentido.





 
La muestra tiene unos cuantos espacios destinados a los chicos, pero el espacio tiene sobre todo un clima apacible y poético cuya marca esencial -además de la plasticidad de las imágenes- es la ternura. Eso es Liniers, claro: un poeta, un observador lúcido sin artificios ni acentos excesivos que acude a una ironía mansa y al absurdo para mirar el mundo.
Después de tantos libros propios y de poner en circulación libros de otros en la Editorial Común (en ese sello editó a Alberto Montt, Carlos Trillo, Gus Delisle, Nine y Kazu Kibuishi, entre tantos), después de algunas tapas de discos (Calamaro, Johansen) y una muy frecuente colaboración con Kevin Johansen, sostiene su tira Macanudo desde años en la nacion y está a punto de partir rumbo a Vermont, la ciudad adonde está The Center for Cartoon Studies. Fue invitado a ingresar en ese laboratorio de ideas para historietistas y allí permanecerá dos años con su familia.





Mientras cuenta, esto una muchachita de unos 10 años se le acerca para entregarle un dibujo. No busca un autógrafo; simplemente se lo entrega para que Liniers lo sume a la galería de muñecos y cartulinas con dibujos que a menudo le envían los chicos como muestra de gratitud. Liniers dice gracias, y la sonrisa de la nena -la nena es toda ella una sonrisa ahora- sale corriendo con ojos de felicidad y asombro. Él se queda como si nada, un poco en esa quietud tan suya, perplejo por tanto cariño y disfrutando, siempre secretamente, su pequeña celebridad, en esa hermosa nube hecha de Macanudos, Enriquetas, Oliverios, Bonjours, Olgas y Fellinis en que se ha convertido esta sala del Borges. Dan ganas de quedarse horas en este territorio de ensueño que tanto se parece a una infancia plácida.

Agregamos:

CLARIN    Nota del 22 de julio de 2016

CARLOS SARAVIA , Video

POR LINIERS , Sitio Oficial















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