miércoles, 27 de abril de 2016

ART SPIEGELMAN: TODA su OBRA en un LIBRO

 

 

 


La leyenda del padre del cómic. El oscuro y lúcido mundo de Spiegelman

Nota de Prado Campos para El Confidencial del 2 de enero de 2016

Elevó el cómic a categoría de arte y fue el responsable de que se convirtiera en un género. Un libro recopila ahora el universo del nombre más importante de la historia del cómic: Art Spiegelman
Muchos conocerán a Art Spiegelman por 'Maus' y por ser el primer creador de un cómic que ganó un premio Pulitzer, pero detrás de estas dos grandes etiquetas está el hombre que elevó el cómic a la categoría de arte. Gracias a él, la novela gráfica fue considerada como un género legítimo. Hizo escuela y se convirtió en uno de los historietistas más versátiles de todos los tiempos.

'Co-mix: una retrospectiva de cómics, bocetos y recortes' (Penguin Random House) repasa ahora la carrera de este legendario dibujante en un libro que muestra por primera vez la variedad de una producción que siempre ha buscado la experimentación e ir más allá en la concepción de la ilustración y el dibujo. Cualquier desafío, desde diseñar libros a editar revistas, hacer cromos para chicles, litografías o escenografías para ballet, siempre ha sido bienvenido para Spiegelman.




"Cuando tuve edad suficiente para darme cuenta de que los dibujos eran hechos por alguien, no fenómenos naturales como las rocas y los árboles, decidí que solo quería ser una de esas personas que los hacían", explica en este volumen de gran formato. Este neoyorquino nacido en Estocolmo en 1948 comenzó con 15 años a colaborar en fanzines de humor, con el semanario 'Queens', la revista 'Realist' o periódicos underground como el 'East Village Other'. Fue en 1965 cuando, tras dibujar unas tiras cómicas para una asignatura de la Escuela Superior de Arte y Diseño, un editor le ofreció publicarlas a través de la agencia NEA. Gracias a esto se dio cuenta de lo que no quería hacer y así comenzó a explorar caminos menos convencionales (y comerciales) que le convirtieron poco a poco en lo que es hoy: uno de los nombres más importantes de la historia del cómic.

 "Inmediatamente después de renunciar a la idea de ser vaquero o bombero, decidí hacerme dibujante de éxito para una agencia. Dediqué varios años a desarrollar las habilidades necesarias, pero luego me di cuenta de que me interesaban cosas que no eran del todo compatibles con este objetivo. Decidí seguir mis nuevos intereses y me llevé los cómics conmigo. Es como si me hubiera hecho vaquero y luego hubiera decidido convertirme en cantante de ópera. Podía cantar arias mientras hacia girar un lazo", explica el propio historietista en el libro.

La x contra la censura

 

 

 Si algo ha marcado la trayectoria profesional de Spiegelman ha sido la experimentación incansable. Comenzó haciendo comix underground -"Co-mix: mezclar dos cosas. Por ejemplo, palabras e imágenes", asegura en el libro aunque esa 'x' se refería en realidad a esos dibujos osados sobre política, sexo o violencia prohibidos por los censores-. Son los años sesenta y 'Co-mix' -cuya compilación se pudo ver en exposición hace dos años en el Museo Judío de Manhattan- recoge esos primeros trabajos y bocetos así como los de su primer cómic, 'The cop and the drunk', que dibujó con tan solo 12 años. Tres años después, había creado su primer fanzine: 'Blasé'.

 En estos años empezó a trabajar como freelance en publicaciones como 'Cavalier', 'Dude y Gent' o 'Playboy'. Un poco antes, con 15 años, conoció a Woody Gelman, director creativo de la empresa de chicles Topps. Comenzó a trabajar con él en 1966 y fue en los ochenta cuando alcanzó el éxito al crear,  junto a John Pound, La Pandilla Basura, la mítica serie de pegatinas de los chicles con bebés deformes con la cabeza explotándoles, llenos de vómito o con las extremidades amputadas. Tal fue el éxito que los personajes saltaron a pósters, juguetes, camisetas... y hasta una película.




"Wacky Packages y La Pandilla Basura, los dos proyectos de mayor éxito en los que participé, eran una extensión de mi obra de comix underground. Todo formaba parte de la contracultura... pero algunas de estas obras se exponían en las tiendas de chucherías", asegura en este libro.

En medio de todo esto, en 1977, 'Breakdowns' recopila sus cómics más importantes y entre 1978 y 1989 crea las cubiertas de todas las traducciones de las novelas del autor francés Boris Vian para una editorial alemana. Su permanente mezcla y superposición de estilos narrativos va afilándose. Juega con sus dibujos y el diseño para hacer más completo su trabajo y mezcla sin prejuicio cualquier cosa y en cualquier lado, desde tiras cómicas hasta sus cómics inspirados en grandes figuras del arte como Picasso o Linchestein o los pornográficos de ocho páginas conocidos como Biblias de Tijuana, de las que escribió que fueron "los primeros cómics de Estados Unidos que fueron más allá de reimprimir antiguas tiras cómicas de periódico".

El descubridor más influyente

 

 

 'Raw', la editorial que fundó junto a su mujer Françoise Mouly, en 1980 fue uno de sus grandes proyectos por lo que tuvo de descubridor de los mejores talentos a uno y otro lado del charco y por seguir explorando los límites del dibujo. Se lanzó a fundar esta editorial después de haber prometido que nunca más volvería a ser editor tras serlo en entre 1975 y 1976 de 'Arcade: The Comics Revue'.


Lo cierto es que 'Raw' se convirtió en una revista de referencia para los dibujantes e ilustradores. Por sus páginas pasaron las obras más transgresoras y audaces así como dibujantes de todo el mundo. De hecho, el primer número -publicado con el subtítulo 'La revista que perdió la fe en el nihilismo'- estaba dominando por dibujantes europeos y su tirada de 5.000 ejemplares literalmente voló. Por sus ocho números (durante seis años) pasaron artistas como Mark Beyer, Charles Burns, Sue Coe, Ben Katchor, Gary Panter, Bruno Richard o Marsical.
Cada paso que daba Spiegelman era para seguir ahondando en esa búsqueda y, especialmente, conseguir que la lectura se paladease. "Los buenos comix son los cómic nutritivos, a diferencia de los pastelitos Twinkies de Hostess que aparecen en la mayoría de los cómics infantiles o en la sección de tiras cómicas de los periódicos." Los comix que me gustan, y que intento hacer, pueden leerse con pausa y varias veces. Tengo la esperanza de que la lectura aporte algo nuevo. Intento que cada viñeta sea importante y en ocasiones llego a dedicar hasta un mes a una página. Es como zumo concentrado", afirmó el dibujante.

 'Maus', su gran proyecto




Aunque por encima de todo está 'Maus', su obra más conocida y sobria, que le valió el Pulitzer -el primero a una novela gráfica- en 1992. Publicada en dos volúmenes (1986 y 1991, respectivamente), este libro de memorias sobre el Holocausto está inspirado en la historia de sus padres, supervivientes del Auschwitz. A pesar de su importancia, Spiegelman mantiene una relación amor-odio con este ambicioso cómic: "No me gusta eso de que sea LA novela gráfica del holocausto [rechaza el término novela gráfica], pero me deja anonadado lo bien que ha funcionado en términos de márketing",aseguraba hace un par de años.

La primera versión de 'Maus' apareció en 1972 en el cómic underground 'Funny Animals', tres sobrias páginas en las que utilizaba gatos (alemanes), ratones (judíos) y cerdos (polacos) para narrar el genocidio. Un año después llegó 'Prisionero en el planeta Infierno', una narración en primera persona del suicidio, cuatro años antes, de su madre. Despues se alejó del mundo para crear su obra más célebre, que fue un éxito de ventas en las listas tanto de ficción -su inclusión por parte de 'The New York Time' en esta categoría no estuvo exenta de polémica- y no ficción. En este libro que recorre ahora su carrera se pueden ver bocetos, ilustraciones y algunas páginas del proceso creativo más ambicioso que durante años atrapó a Spiegelman, así como de 'MetaMaus' (2011), un libro en el que recogió toda la documentación, páginas de libretas y grabaciones a su padre con las que creó 'Maus'.

'The New Yorker' 


   Bocetos para la portada de Pascuas 1995, The New Yorker

Tras 'Maus', Spiegelman aterriza en 1992 en 'The New Yorker'. Y su primera portada llegó con buenas dosis de polémica. Fue la del 15 de febrero de 1993. En ella, un judío hasídico y una mujer afroamericana se besan apasionadamente por San Valentín. Era su forma de posicionarse ante la tensión entre negros y judíos existente en el Crown Height, en Brooklyn. Fiel a su estilo y su intención de romper tabúes, su trabajo aquí contribuyó a imprimir un tono más atrevido en la legendaria revista.





 Algunas de sus portadas más conocidas son 'Guns of September' con motivo de la vuelta al cole o la sexualmente provocativa que hizo con todos los micros apuntando a la pernera de Bill Clinton cuando estalló el escándalo de Mónica Lewinsky, aunque por encima de todas, la más emblemática fue la del 11-S. Negro con dos torres gemelas más negras aún como parte de la memoria histórica colectiva de aquellos días. El historietista vivió los atentados en primera persona. Su hija estaba en una escuela de la Zona Cero y vio junto a su mujer en directo el impacto del primer avión contra el World Trade Center. Tanto le marcó este hecho que en 2003 dejó la revista y se recluyó para dibujar 'Sin la sombra de las torres' (2004), un homenaje y un ensayo sobre los cómics de principios del siglo XX en el que aborda su visión del ataque terrorista.

 Pero Spiegelman sigue sin conformarse, y en esta carrera incansable y constante por explorar nuevos límites en los últimos tiempos ha llevado la ilustración a otros formatos. Intentó resucitar los cómics infantiles con 'Little Lit'; escribió cuentos; hizo portadas de discos y libros para Paul Auster o Spike Jones... Además, quiso cambiar absolutamente de medio y trabajó para la ópera no estrenada 'Drawn to Death'; en 2010 para una perfomance de la compañía de danza contemporánea Pilobolus; hizo una gran vidriera para la Escuela Superior de Arte y Diseño de Nueva York e incluso litografia en piedra. En definitiva, más de medio siglo de búsqueda, inconformismo y provocación porque, como dice en el libro J. Hoberman, crítico y amigo del artista, "la tensión entre el público vanguardista marginal y el público del mercado de mesas conforma toda la empresa de Spiegelman".













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